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Volver a Malvinas: “Cerrar una herida tras 32 años de olvido”

Por Nicolás Gatica Ceballos
En abril comenzaron a escarchillar los rincones de la patria, surgieron desde la obsedante neblina los vestigios de gloria, esa perfección que resucita en la frase: “Las Malvinas son argentinas”. El excombatiente Néstor Laveglia, abrió los rincones de su corazón en un encuentro que sirvió para que la historia se registre y se pueda entender la guerra del sur.

El excombatiente Néstor Laveglia brindó detalles de su historia en la "recuperación de las Islas Malvinas".
Actualizada: 03/04/2017 13:31
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Laveglia es suboficial retirado del arma de Infantería del Ejército, casco azul, además participó en la recuperación del regimiento de La Tablada y del conflicto limítrofe con Chile. Comenzó contando que al momento de “recibir la gran noticia de que se habían recuperado las Islas”, era militar de carrera y tenía 24 años.  Con tono de convicción dijo que sintió un “orgullo profundo”, al ser elegido para formar parte de la recuperación de las Islas.

Dicen los profesionales de vocación que sueñan volcar lo aprendido en la práctica, pero para Laveglia ese parámetro tuvo otro tinte: “Nosotros elegimos  las fuerzas, pero no elegimos la guerra”. “Los ejércitos argentinos nunca tuvieron la ambición de ser conquistadores, sino libertadores”, explicó en torno a la decisión de servir a la patria.

 

Una nueva oportunidad al milagro de la vida

La guerra es un sinfín de destrucción en masa, en ella surgen los horrores más lamentables. Hay que enfrentar el frío, las condiciones de vida al borde de la muerte, convivir con la idea de que cada segundo que pasa puede ser el último. Pero también nacen los milagros, o al menos se da el contexto para que surjan.

En Laveglia ese prodigio nació en las Islas, pero se afianzó en San Luis, en la posguerra. “Los recuerdos siempre están, en fiestas donde hay bombas de estruendo o donde el silencio aturde y fatiga”, dijo el héroe y agregó que “a veces esos instantes te dan la mano y  te levantan”.

El buque Carcarañá fue un transporte bombardeado por las fuerzas británicas en la bahía Fox. En el momento del impacto, bajó un contingente en medio de la oscuridad y el aroma de la muerte. Eran civiles de la marina mercante.

El excombiente le entregó una manta verde a una de las personas, para resguardarlo del frío, del miedo; mientras recuperaban al resto para ponerlas a salvo. Jamás volvió a saber algo, ni tampoco supo su nombre o su historia. Pasaron los años y al regresar a la provincia, en una charla de tantas que hay en el Centro de Excombatientes 2 de abril, se unieron los caminos.

Aquella persona que solo recordaba con la manta, volvió a encontrarla en San Luis. Unieron sus almas en una segunda oportunidad que duró para siempre: “Nos mirábamos insistentemente” recordó.

“Le pregunté quién era, y me dijo ‘soy Dionisio Cáceres, de la Marina Mercante, usted me dio una manta’ ¿Te imaginas eso?”, dijo con lágrimas en el corazón.

 

La amargura de dejar los hermanos

Cualquier persona ajena a la vida militar, resignifica el hecho de volver con vida en algo maravilloso, digno de sonrisas y esperanza, pero para Laveglia fue distinto. “Me faltaba algo, 649 personas”, dijo consternado.

El regreso se efectuó en medio del hermetismo, el ocultamiento y el olvido. Volvieron en colectivos con diarios en sus ventanas, fueron recibidos por pocos militares y "los perros que hay en todo regimiento".

La sociedad los olvidó, pero según el héroe  los responsables de ello son “las instituciones armadas y cada presidente de la fecha, hasta la actualidad”.

Los soldados argentinos buscan el reconocimiento que no consta en dinero, sino en la memoria presente. “¿Te imaginas tener a San Martín y preguntarle sobre el Cruce de Los Andes? Ustedes nos tienen acá, somos la historia que camina”, expresó.

“Nos estamos muriendo, la plata no puede comprar el tiempo y nosotros peleamos con el mismo”, dijo el soldado y agregó: “Fui a Malvinas con 24 años y hoy tengo 58 ¿Qué me decís?”

 

La victoria personal

Dice el colectivo imaginario que los argentinos “son pícaros, astutos”, pero el caso de Laveglia no tiene precedentes. Es el único militar que volvió armado tras la rendición. “Oficiales británicos que recuerdan la historia, el libro ‘De Dean Fúnes a Malvinas’  y camaradas que presenciaron el momento, dieron veracidad al hecho”, aseguró el excombatiente.

Tras la rendición, los soldados volvieron en un transatlántico británico hacia territorio argentino. Todo el tiempo acompañó a Laveglia su pistola 9 mm, violando los rigurosos controles. Cuando estuvo en tierra firme les mostró su arma a los adversarios . “Se quedaron pensativos, yo podría haber tomado cualquier decisión”, dijo el héroe y agregó: "Ese momento significó mi propia victoria”.

Durante el encuentro, el héroe confió los detalles más profundos de su memoria.

 

Cerrar una herida

Los testimonios de quienes vivieron la guerra coinciden en que el dolor más grande fue “regresar con la cabeza baja”. Esa llaga vivió por años y en algunos todavía late.

Néstor Laveglia dijo al respecto: “En San Luis pudimos cerrarla con dos gestos del exgobernador Claudio Poggi, quien nos homenajeó con una pensión vitalicia y el regreso tan ansiado a las Islas”. “Hasta ese momento nuestra provincia era prácticamente la única que no tenía ese beneficio”, explicó.

En el año 2014 realizaron el primer viaje a Malvinas, luego de 32 años sin pisar el suelo sureño. Muchos habían tenido la experiencia de volver pero otros, dado el costo del viaje, hicieron esperar su regreso.

Laveglia tuvo “el privilegio de participar del primer viaje”. En ese recorrido logró resguardarse en un abrazo, aquel que necesitó durante tanto tiempo. Concretó la escucha de un “gracias” que apaciguó el estruendo del fuego, tuvo una mano tendida. La humildad del espíritu resumida en la gestualidad del cuerpo.

Durante el recorrido todo fue una constante conversación con sus compañeros, pero en Río Gallegos comenzó a la nostalgia: “Regresaba como espectador a un lugar que no sabía cómo estaba”, dijo.

“La policía nos recomendó no exhibir ninguna bandera para evitar el resentimiento de los isleños, pero nosotros no íbamos a provocar, queríamos reencontrarnos  con el pasado”, comentó sobre la llegada a las Islas.

Durante el primer día caminaron varias horas, hasta quedarse inmersos en un limbo sin tiempo, como congelando el recuerdo latente. Según contó, estaba con un amigo y de pronto el lugar “cobró vida”, comenzó a llover, el suelo se humedeció con el frío y el clima que golpeó el alma de todos; por último se escuchó un fuerte silbido: “Los bombardeos”.

En ese instante un río de lágrimas se volcó en el viento y les recordó la visita al cementerio. Tuvieron la necesidad de rezarles a los “verdaderos héroes, aquellos que se quedaron a cuidar la patria para siempre”.

Finalizado el viaje, surgió la intriga del regreso. No estaban demasiado expectantes, pensaron que iba a ser un protocolo de tantos, pero “fue hermoso”. En el límite de Córdoba y San Luis los recibió una caravana, en Villa Mercedes una multitud dio la bienvenida. “Siempre soñamos eso”, dijo agradecido.

 

Medallas de un alto valor simbólico

Laveglia, al igual que cada veterano argentino, luce un chaleco camuflado con diversas medallas y condecoraciones. Explicó su significado , que guarda honor, pero al mismo tiempo un sabor amargo ya que detrás de cada medalla "hay un por qué, que se va al cementerio de Darwin".

 

La vida por la patria

Según el excombatiente, los soldados argentinos tienen vocación. Abrazan una carrera militar, van a los lugares donde otros escapan; presencian catástrofes, conflictos, están “tendiéndole la mano al inundado”, van a donde no llegan los helicópteros, ni los submarinos. Si la patria los llama nuevamente aseguró : “No te quepa la menor duda de que este soldado de 58 años volvería”.

Luego del encuentro se retiró con la alegría de aportar su testimonio y siguió su batalla, la del día a día. Subió a su auto, tomando lentamente el volante como acariciándolo en un sinfín de pensamientos. Sostuvo la mirada en el horizonte, en esa línea por donde el sol encuentra las almas que protegen la soberanía argentina.  Sus ojos, algo cansados, se fueron con la mirada en Malvinas.

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